lunes, 26 de enero de 2009

DÍA OSVALDO

Sentado detrás de u escritorio color madera y con los brazos cruzados, Osvaldo Boglione observa la entrada de la escuela terciaria de periodismo TEA, como todos los días.

Son las 18:30 de un lunes y Osvaldo abrió la puerta para que entrara un poco de aire fresco. Con sus dedos hace percusión sobre la mesada mientras decenas de alumnos
entran y salen con sus libros, mochilas y diarios en mano, algo normal tratándose de una escuela de periodismo. Algunos lo saludan cordialmente, pero la mayoría pasa de largo, sin prestarle mucha atención.
En medio de ese constante ir y venir de gente, Osvaldo se siente solo, como si todos los demás fueran extras en las escenas de su vida. Igual, parece acostumbrado.
De a ratos charla con la mujer encargada de la limpieza, que pasa cargando las bolsas de basura y el escobillón, pero la mayor parte del tiempo está callado y de su boca s6~0.sale un "Buenas tardes” o un "Chau, hasta luego”.
Se pone de pie, se apoya sobre la puerta y mira hacia afuera: varios alumnos charlan sentados sobre el escalón de la entrada, otros toman una bebida en el kiosco de al lado y una larga fila de personas espera en la parada de colectivo.
De pronto, Osvaldo gira su cabeza y mira hacia el interior de la escuela, se siente inhibido. Para su sorpresa, descubre que una alumna, apoyada de espaladas contra la pared, lo observa detenidamente. A esto, sí que no está acostumbrado

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