martes, 7 de octubre de 2008

EL TUNEL DEL TIEMPO

PASAJE OBELISCO SUR (2006)

Como esas fotos sacadas desde el interior de un auto o un tren en movimiento, con el fondo todo movido, el pasaje obelisco sur permite contrastar a la velocidad con lo estático: arriba, la 9 de Julio, el Obelisco, la modernidad; abajo, otro mundo.



Un cartel en una vidriera que expone diarios viejos dice: “El túnel del tiempo”. Si bien ese el nombre de un local de antigüedades, describe tal cual a toda la galería.
Un túnel que frena el tiempo. Parece como si hubiera parado hace muchos años, es un lugar lleno de recuerdos, con gente que da la sensación de haber estado allí desde siempre y de haber sido siempre como es hoy.
Al ingresar a este submundo, uno se impregna de ese olor a antiguo, propio de los negocios chicos y de esos bares a los que van habitues, que siempre desayunan lo mismo y ya conocen a los mozos.
Las paredes viejas y rasgadas están repletas de cuadros, grafitis y dibujos. En un negocio venden carteles bien coloridos al estilo La Boca o San Telmo; en el local de al lado ofrecen objetos antiguos, libros, discos, relojes, películas, que solo se encuentran ahí; y a un costado, sentado en el suelo, un hombre canta y toca la guitarra.
En “Sur Pelos y Barbas”, los hombres pueden cortarse el cabello de camino y llegar prolijos al trabajo. En el local hay dos sillas de esas de las peluquerías barriales de las películas, y sobre una de ellas, el coiffeur lee el diario y toma mate.
Hay un código entre las personas que trabajan en la galería. Armando, que vende mochilas, se asoma y grita: “Juan, Juan! Acá hay otro en contra de independiente”.
Siguiendo por el túnel, aparecen dos casas de lustrado: “Amigo muy cordialmente lo esperamos para darle a sus zapatos el brillo más reluciente”, invita un cartel en uno de los salones, mientras que en el otro se publicitan las tintas y pomadas Inmortal.
Las paredes están decoradas con un cuadro de Carlos Gardel y el almanaque del
diario Olé, con fotos de chicas en ropa interior. Hay distintos tipos de lustrado: el común (tinta y pomada), el especial (tinta, pomada y cera), arola (una crema), arola con cera, gamuza y blanco.
Una pareja de tercera edad pasa caminando y el hombre comenta: “Acá lustran muy bien”.
La mayoría de los hombres, mientras le lustran sus zapatos, le escapa la mirada a los lustradores, si es que no está leyendo la revista Hombres. ¿Por qué una persona no puede lustrar sus zapatos? ¿Por qué hay gente que tiene que trabajar arrodillada ante otra, como si le besara los pies, como si la adorara?
Raúl Villegas vive a media cuadra del pasaje, tiene 54 años, y trabaja hace 17 como lustrador en esta galería, de lunes a sábados durante todo el día.
Comenzó por falta de trabajo y aprendió prestando mucha atención a sus compañeros más experimentados. Hace dos años es encargado, desde que el dueño del local “quedó parapléjico por un ataque de presión”, explica con los ojos llenos de lágrimas.
Cuenta que tienen 15 clientes fijos con los que tiene una buena relación y otros que pasan de vez en cuando, de camino. Y comenta orgulloso que ahí se filmaron tres películas: Nueve Reinas, Comodines y Conflictos de Familia. “Yo actúe en las tres”, recuerda.
Para Raúl, “arriba es un mundo aparte”. “La gente anda mas apurada, acá es más tranquilo”, agrega.
Es verdad, la gente frena cuando baja a este túnel, y ya no grita como lo hace afuera.
Este lugar es mágico, pero todo cambia de ritmo varios metros más arriba: Mc. Donalds, los turistas que sacan fotos, el gran edificio del Banco Frances, las luces de calle Corrientes, el humo, el tráfico, las largas colas.
Las personas prácticamente corren, como si fuera una maratón. Parece que no se ven entre si, hay que esquivarlas porque caminan sin mirar, como si estuvieran solas y su único objetivo fuera ir cada vez más rápido para llegar a destino, pasar la banderita de llegada y obtener el mejor puesto posible en una carrera en la que se sienten los únicos concursantes.
Salir del túnel es como volver al futuro, sabiendo que existe ese lugar, para cuando uno necesite frenar el ritmo vertiginoso de la vida capitalista de todos los días.

No hay comentarios: